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LEY

Mensaje:

01:06 Sep 18th
Alkaid Robe

País

Mexico

TITULO de su relato

El corte de pelo
hola a todos...

esta historia NO es mia... repito, esta historia NO ES MIA

fue enviada x alguien q prefiere mantenerse en las sombras...

espero q les guste

...

Era una tarde de verano, muy calurosa apenas eran las 12 de la tarde y un muchacho de apenas 15 años estaba en su habitación encerrado el chico sentía una pereza enorme por salir a la calle a cortarse el cabello ya que lo tenía largo y despeinado pero su mamá lo advirtió con castigarlo si cuando llegara continuaba teniendo esa melena, y es que su cabello castaño y ondulado no le ayudaba a verse bien.

Con mucha resignación salió de su habitación, vistiendo una camisa blanca holgada, unos bermudas blancos de cuadritos azules, y unos tenis vans negros salió en dirección a la estética, sabía que afortunadamente a esa hora no iba a ver mucha gente ya que a esa hora esa zona parecía casi abandonada, llegó y la señora que corta el cabello estaba atendiendo a una muchacha, le pidió esperar su turno y así lo hizo, espero aproximadamente unos 15 minutos y por fin le tocó su turno.

se sentó mientras la muchacha se iba, en eso la señora antes de cortarle el cabello se metió a un cuartito en donde esterilizaba su material para tenerlo lo más limpio posible.

Todo iba bien hasta que un tipo entró al lugar armando con una navaja, el chico rápidamente se asustó y abrió los ojos como platos de comida, el sujeto cerró la cortina del lugar con mucha destreza, la señora salió rápidamente para saber qué diablos ocurría, al ver la situación se sintió tan atemorizada que su única reacción fue desmayarse, al desplomarse el niño solo miró aún más atemorizado los movimientos de la señora mientras de desplomaba, sentía mucho miedo porque ahora lo habían dejado solo con el sujeto.

Este lo miró y al mismo tiempo el niño lo miró, cruzaron miradas lo cual hizo pensar al niño lo tonto que era por realizar esa acción, mirar directo a un ladrón a los ojos, en seguida desvío la mirada al piso, solo para escuchar un fuerte "rrrrisk" levantó la mirada para ver como casi de la nada el ladrón sacó una cinta plateada brillosa de quién sabe dónde.

Aproximadamente unos 5 minutos tardó en inmovilizar al chico, los brazos atados detrás de su espalda y detrás de la silla especial para cortar el cabello, sus piernas atadas juntas en los tobillos y debajo de las rodillas, cada movimiento por más pequeño que fuese era sumamente doloroso para el, sentía como sus pequeños vellos se jalaban a cada movimiento por culpa de la cinta, no tenía muchos ni tampoco eran largos pero aún así lo sentía, dos tiras de la cinta plateada cubrían su boca, tan pegado que incluso se podían ver bien sus labios.

El ladrón después de guardar lo de valor ya se disponia a retirarse, sin embargo antes de salir miro con mucho detenimiento al muchacho, no podía irse así nada más y dejar el trabajo sin completar, el chico comenzó a temblar mientras veía como se acercaban con mucha desición directo hacia el, el ladrón buscó entre las cosas de la señora y encontró lo que buscaba.

Para sorpresa de todos resulta que el ladrón de nombre Jaime Gutiérrez realmente era un buen peluquero por así decirlo, el había estudiado eso desde niño sin embargo al venir de una familia pobre nunca pudo terminar su carrera de estilista a pesar de lo talentoso que era, en fin una tragica historia de tantas, personas que nunca pudieron mostrar su potencial ya que el sistema donde crecieron jamás se los permitió, con poca cantidad de agua mojó el cabello del chico, sacó la rasuradora y le preguntó que tan cortó lo quería, el chico no sabía que contestar además que la mordaza le impedía hablar con claridad,

-que tal a la 2?-

el chico miró al ladrón y después de varios segundos solo respondió con un afirmativo movimiento de cabeza, comenzó el corte y todo parecía estar bien, fue rápido y precisó, no quedó chueco en ningún lado,

- las patillas de cuadrito o de punta?-

mppgh- contestó el chico.

El ladrón corto de cuadro las patillas, sacó las tijeras y comenzó a recortar el cabello del chico indefenso, no tardó mucho, en cuestión de uno 20 minutos demoró en cortar perfectamente el cabello del niño, el cuál estaba impresionado,

- bueno campeón te lo dejo gratis por es susto que te hice pasar-

Así el ladrón dejó solo al chico atado y amordazado en la silla pero con su corte de cabello gratis que por cierto fue mucho mejor de los cortes que le hacía siempre la señora, con el agua, el calor y la vibración de las máquinas el chico no soportó más y quedó profundamente dormido en la silla.

el ladrón dejó la cortina abierta y después de dos horas casi a las 3 de la tarde fue encontrado por otra persona que iba a cortarse el cabello también.

Ésto solo quedó como una anécdota del niño que contó a su madre y a sus amigos durante toda su vida y jamás volvió a saber nada sobre el ladrón...

O quizá sí ...
20:50 Jul 2nd
Henry

País

Honduras

TITULO de su relato

El búnker
Las hojas secas crujían bajo sus tenis nuevos mientras avanzaban por aquel estrecho sendero, con árboles monumentales a ambos lados, donde de vez en cuando una ardilla saltaba y hacía mover las ramas. Los dos amigos habían pedido permiso a sus padres para dar un pequeño paseo por el bosque que rodeaba las cabañas dónde ambas familias planeaban pasar el fin de semana de tres días, aprovechando que el lunes ninguno de los muchachos tendría que ir a la escuela.

Leandro y Agustín eran dos chicos de séptimo grado, aunque Agustín tenía trece años, algo que se notaba en su voz que empezaba a quebrarse y a su estatura, y Leandro doce. Recién se habían conocido al inicio del año, además sus padres eran vecinos y por lo visto muy buenos amigos. Los dos niños parecían tener alma de aventureros, pues les apasionaba la exploración y la naturaleza.

"¿Entonces tus padres no quisieron enviarte a la escuela después del sexto grado por tu enfermedad?" Dijo Leandro, mientras jugaba distraídamente con un yoyo.

"Sí, la epilepsia no es un juego. Ahora mismo estaría en octavo grado" contestó Agustín a la vez que se apartaba de la frente su flequillo de cabello rubio.

"Entonces no nos hubiéramos conocido" explicó Leandro con un brillo en sus ojos ambarinos.

"Exacto, hermano" dijo Agustín y rodeó afectuosamente su delgado brazo alrededor del cuello del niño menor.

"¡Oye, Agustín, mira eso!" Exclamó Leandro.

"¿Qué es esa cosa?

Tras unos arbustos sobresalía una especie de cúpula de metal oxidado. Al acercarse, los dos chicos notaron que había una escotilla sobre la cumbre de la cúpula. Se aproximaron y tras intercambiar miradas comenzaron a tratar de girar la manivela, pero estaba trabada debido al metal oxidado.

"Esta cosa está atascada" murmuró Leandro secándose las gotas de sudor que salían de su cabello negro rizado y se deslizaban por su frente.

"Sí, ojalá tuviera los músculos de Alejandro.

"Tu hermano podría girar esta cosa en un abrir y cerrar de ojos.

"Sigamos intentando " propuso Agustín y ambos continuaron tratando hasta que poco a poco la manivela cedió y la escotilla se abrió, liberando una bocanada de aire caliente y con olor a hierro. Una escalera de metal descendía hasta perderse en la oscuridad de lo que parecía ser un búnker. Nuevamente ambos amigos intercambiaron miradas de complicidad y bajaron lentamente. Sudorosos, se aventuraron a explorar aquel viejo escondite.

"Está oscuro aquí, y hace calor" dijo Leandro.

"Espera, creo que hay un interruptor aquí" susurró Agustín y al poco rato un par de bombillas amarillentas cobraron vida e iluminaron la pequeña habitación que probablemente no superaba los 8x6 metros. Con la claridad, pudieron observar que en ese pequeño escondite había una litera, varias cajas de cartón desperdigadas por el suelo polvoriento, un par de estantes con latas de comida, herramientas y…

"¡Mira esto, hermano!" Exclamó Agustín mientras le echaba un vistazo a dos rollos de cuerdas y un rollo de cinta adhesiva plateada que estaban sobre los estantes.

"¿Qué rayos?" Dijo Leandro, mientras sentía que sus orejas se incendiaban.

"Parece la guarida de un secuestrador" observó Agustín. "Mira esto, Leandro" continúo Agustín, cortó un largo trozo de cinta adhesiva y lo alisó sobre sus labios. Murmuraba fingiendo tratar de hablar, mientras colocaba sus brazos detrás de su espalda, pretendiendo que las tenía atadas, algo que aparentemente parecía hacerle gracia. Leandro por otra parte parecía incómodo, nervioso y hasta algo ansioso. Le gustaba lo que veía, pues en secreto visitaba páginas con temáticas de bondage y de algún modo se imaginaba a su amigo en una situación similar.

"Te ves gracioso, como un niño secuestrado" dijo Leandro con una sonrisa falsa y nerviosa.

"¡Mmmfguhm!" dijo Agustín, quitándo el trozo de cinta de su boca y tomando una pequeña bola de goma roja con correas de cuero a los lados. Se la colocó en la boca, sin abrochar las correas.

"¿Cómo sabes que eso va en la boca?" Preguntó Leandro, ahora se había ruborizado, algo que por suerte no se notaba por la iluminación.

"Mi hermano tiene muchas revistas con mujeres atadas y la mayoría de ellas tiene una de estas en la boca" dijo Agustín. "Oye, tengo una idea, ¿Sabes atar nudos? Podrías atarme como a esas mujeres de las revistas, siempre quise saber qué se siente.

Agustín había dicho aquello con tanta naturalidad, lo cual indicaba que para él todo era un juego inocente. Leandro no opinaba igual y le comenzaron a temblar las manos.

"¿Yo, yo… claro, si tu quieres. Digo, no es que sea un experto pero haré lo posible" dijo Leandro, y ciertamente era muy bueno haciendo nudos, ya que practicaba consigo mismo, atando sus tobillos cuando no había nadie en casa.

"Okidoki" contestó Agustín y se tumbó en la litera de abajo con las manos cruzadas detrás de la espalda.

"Oye, tienes que quitarte las cincuenta pulseras que llevas.

"Cierto" Agustín se despojó de sus pulseras multicolor, y con sus muñecas desnudas y vulnerables Leandro echó manos a la obra, tomando un largo trozo de cuerda y comenzando a enrollarlo al menos cuatro veces antes ceñirla con una atadura en forma vertical, formando una especie de esposas apretadas de cuerda marrón.

Leandro vio como Agustín retorcía sus muñecas y una sonrisa enorme cruzó su rostro. En ese momento lo estaba disfrutando mucho, y lo mejor de todo es que su amigo se había ofrecido como voluntario.

"Vaya, está..uh, apretado, sí que eres bueno" jadeó Agustín.

"Estás cómodo, ¿Verdad? ¿Puedo continuar?"

Agustín asintió y se volteó boca arriba, ofreciendo sus pies para que Leandro atara sus tobillos, repitiendo el mismo proceso en sus rodillas y sobre sus muslos, protegidos por sus shorts cargo verde.

"Perfecto, ahora pon esa bola en mi boca y abróchala detrás de mi nuca " sugirió Agustín.

Leandro tomó la ballgag con dedos temblorosos y la colocó detrás de los dientes de su amigo y posteriormente la abrochó fuertemente detrás de su nuca, como él había pedido, esto hizo que Agustín diera un pequeño gemido que por un momento preocupó a Leandro.

"¿Estás bien?"

"Hgagugmphm" asintió Agustín y comenzó a forcejear como si en verdad estuviera sometido por un secuestrador.

Leandro observó la escena un rato, luego tuvo el impulso incontrolable de quitarle los tenis a Agustín y tras meditarlo un momento, tomó por sorpresa a su amigo rubio y lo despojó de sus tenis blancos, dejando al descubierto unos pies cubiertos de calcetines arcoiris. Leandro acercó su rostro a los pies de su amigo y por un momento tuvo otro impulso, esta vez de olfatearle los pies, pero se contuvo y en vez de eso, comenzó a hacerle cosquillas. Agustín comenzó a sacudirse y sus carcajadas eran sofocadas por la bola de goma atascada en su boca.

Finalmente, Leandro se aburrió de aquel juego y tras tomarle un par de fotos a su amigo, lo desató. Agustín se colocó las pulseras estratégicamente para cubrir las marcas que la cuerda había dejado, en cuanto a las marcas rojas de la ballgag sobre sus mejillas, tendría que inventar alguna explicación. A partir de entonces, aquel búnker se había convertido en su lugar de juegos cada vez que iban de vacaciones a ese lugar.
14:17 May 10th
Alkaid

País

Mexico

TITULO de su relato

La pesadilla - P1
El sonido de una gotera y el rechinido que ocasionalmente hacían las cuerdas cada que rozaban con esa viga de acero eran lo único que le quitaban ese desesperante silencio que invadía aquella habitación.

Alexander ya estaba sumamente cansado. Cada parte de su cuerpo la sentía adolorida. Incluso hasta partes que no sabía que podían dolerle y sentirse cansadas. Alexander quería dormir pero el mismo cansancio y el dolor que sentía en su cuerpo no se lo dejaban. Si acaso podía cerrar sus ojos quién sabe cuantos minutos y despertaba hasta más cansado.

El chico solo podía recordar como empezó todo. Era el último viernes del mes y por lo tanto día de la famosa junta de planeación de los maestros y por eso los chicos no iban a la escuela.

Alexander se iba a quedar solo en la casa así que pidió permiso a sus papás para ir al cine con sus amigos ese día. Sus papás no pusieron negativa pero solamente le pusieron una condición: el chico tenía que estar en la casa de regreso antes de las 4 de la tarde porque ya habían agendado para esa hora la llegada de un mensajero que iba a entregar unas lámparas que el papá de Alexander iba a instalar ese fin de semana.

Y así estaba Alexander en el cine con un grupo de 8 amigos que iban a ver la última película de una saga de ladrones, estafadores y autos de carreras. El chico le perdió el interés a la película después de la media hora de iniciada pero al chico no le importó lo mala y hasta por partes aburrida que fue la película. Entre las chicas que fueron en ese grupito de amigos estaba Evelyn, su crush desde hace unos meses, así que a sus 14 años Alexander ya podía presumir haber tenido su primer faje en un cine.

Terminó la película y al final Alexander regresó a su casa con mucho tiempo de anticipación. En el camino a casa pensaba que iba a tener la casa sola para el toda la tarde. Su hermana Darinka, la estudiante de último año de preparatoria, se iba a ir de fiesta y seguramente iba a regresar después de la media noche. Su hermana Virginia que estudiaba el 7mo semestre de la carrera de administración seguramente iba a regresar ya tarde, tal vez después de las 10 de la noche, muy cansada de una semana donde tuvo muchas tareas escolares y su trabajo como becaria en una distribuidora de insumos de papeleria. Y sus papás seguramente llegarían igual de tarde que Virginia después de su trabajo.

Alexander pensaba en invitar a Félix a echarse unas retas de Mario Kart, Super Smash y FIFA toda la tarde pero antes debía comer. El l chico había desayunado muy temprano y en el cine apenas había pedido un frapé de chocolate y caramelo que por supuesto compartió con Evelyn.

Pero la felicidad y los planes del chico cambiaron. Cuando llegó a su casa se dio cuenta que la ventana de la estancia estaba rota. El chico hizo un berrinche pues sabía que no importaba lo que hubiera pasado o que hubiera una explicación para aquella ventana rota: sus hermanas y sobre todo sus papás dirían que la culpa fue de el chico. Y aunque hubiera sido un accidente y los papás y las hermanas lo supieran nunca le ofrecerían una disculpa al chico por haberlo acusado.

Aun así Alexander sabía que todo iba a empeorar si el chico no limpiaba ese desastre de vidrios rotos esparcidos por el piso de la estancia. Así que de inmediato corrió a la cocina en busca de una escoba y un recogedor. Fue ahí donde Alexander ya no supo que pasó.

El chico sintió un golpe en la cabeza por la espalda que lo hizo caer al piso y después cuando trataba de levantarse un nuevo golpe llegó al lado izquierdo de su quijada. Alexander empezó a ver borroso, los oídos le zumbaban, se sentía mareado… creyó escuchar la voz de dos personas cerca de donde estaba, decían cosas que no entendía. Alexander trataba de moverse pero sentía que su cuerpo no le respondía y solo sintió que uno de esos tipos lo cargaron como un muñeco de trapo…

Alexander no supo cuanto tiempo pasó pero cuando despertó apenas sentía el dolor en la cabeza, pero todavía le dolía la quijada. El chico trató de llevar sus manos a la parte donde sentía dolor pero algo no lo dejaba.

Alexander sintió sus manos atrás de su espalda y fuertes cuerdas alrededor de sus muñecas las mantenían juntas. También empezó a sentir cuerdas que apretaban fuertemente sus brazos a su torso. Alexander quiso mover sus piernas pero estaban igualmente aprisionadas por cuerdas que le las mantenían muy juntas en los tobillos y apenas arriba de las rodillas.

Alexander trató de gritar pero sintió su garganta seca y una bola de trapo metida en su boca Quiso abrir sus ojos pero sus párpados apenas se pudieron levantar y todo estaba oscuro a su alrededor. Además empezó a sentir un calor extraño en su cabeza. Esta estaba envuelta con plástico adherente y por cinta ducktape.

El chico empezó a desesperarse, sentía mucho miedo. Trató de sentir donde estaba. Se encontraba recostado en una superficie de cemento. Alexander se empezó a mover sobre su lado izquierdo tratando de buscar algo que lo ayudara a ponerse de pie cuando de pronto encontró el borde de aquella superficie. El chico se movió tan rápido que no tuvo tiempo de detenerse a tiempo y terminó por caer al piso.

La fuerza del golpe se sintió en el hombro izquierdo y la zona de su mandíbula donde se había llevado el puñetazo tiempo atrás.

Alexander comenzó a llorar de miedo, desesperación e impotencia. Trató de colocarse en posición fetal pero lo apretado de las cuerdas que lo ataban no lo dejaban que lo pudiera hacer sin que sintiera presión en su cuerpo.

Su llanto no le permitió escuchar el sonido de un cerrojo y una puerta que se abría ni tampoco los pasos que se acercaban a él. Pero Alexander entró en sobresalto cuando escuchó la voz de uno de los sujetos.

“Parece que nuestro invitado finalmente se despertó”.

Esa voz le recordaba un cantante de opera o la de un famoso comentarista de futbol. El chico sintió que un par de manos lo sujetaba de las cuerdas que estaban en su pecho y lo levantaban del piso para ponerlo otra vez en aquella superficie de cemento.

“Que te quede claro niño, o te mantienes callado o te vas a morir de hambre”.

Alexander empezó a asentir con su cabeza. El chico se sentía demasiado incómodo y acalorado y sudado así que prometía mantenerse en paz si podía comer algo y beber agua después de mucho tiempo.

El chico sintió un objeto puntiagudo en la parte de debajo de su oreja derecha, un pequeño pinchazo y un leve ardor pero de pronto aquella mascara de plástico comenzó a ser desprendida de su cabeza.

Alexander sintió que le acercaban una botella de agua a sus labios. Comenzó a beber, no era agua, su sabor era un poco desagradable. Cuando el chico pudo abrir sus ojos y empezar a distinguir que estaba frente de el notó que era una botella de suero.

Alexander comenzó a ver donde estaba. Era un cuarto de tal vez 3 y medio metros de ancho y seis de largo. La base de cemento en la que estaba sentado tenia el tamaño de una cama individual, estaba ubicada en una pared a lo ancho de la habitación y centrada y con una altura de medio metro.

En el otro lado de la habitación había una base de cemento a una altura de poco arriba de un metro de altura y abajo una serie de estantes y cajones cerrados por llave.

En el techo había tres vigas de metal que corrían a lo largo de la habitación pero no estaban completamente pegados al techo, había un espacio de tal vez 30 centímetros entre la viga y el techo.
También alcanzó a notar algunas argollas y anillos de metal en las paredes y el piso de la habitación.

La puerta de entrada a la habitación estaba en medio en la pared del lado derecho de la habitación. En el techo había cuatro focos que daban una luz tenue y en cada pared lateral de la habitación estaban tres pequeñas bolas oscuras. Alexander había visto esa clase de objetos antes y sabía que eran cámaras de circuito cerrado, sabía que esos sujetos lo habían estado vigilando.

Alexander alternaba entre sorbos de la botella de suero y un sándwich de jamón con queso blanco. Para el chico no había cosa que más le disgustara que el queso blanco pero en la situación en la que estaba no podía ponerse exigente.

Delante del chico había 2 tipos. Uno era alto, tal vez de 1.90, era robusto y le recordaba a Braulio, el jugador de futbol americano que fue novio de su hermana Virginia en su último año de preparatoria. Ese tipo era el que tenía esa voz que le parecía la del famoso comentarista deportivo.

El otro era apenas unos centímetros más bajo y bastante obeso. Tenía una voz como de chaka, el tipo de voz de chaka que a Alexander siempre le causaba risa, pero en este escenario más que risa la voz de ese tipo le causaba mucho terror.

Mientras el robusto terminaba de darle de comer el obeso sacaba un llavero y abría uno de los estantes, sacaba una colchoneta enrollada y un rollo de cinta adhesiva. Alexander terminó con ese pequeño lunch y el tipo alto de inmediato le volvió a colocar la bola de tela en la boca y después cuatro… cinco… seis… siete… varias vueltas de cinta ducktape alrededor de sus labios y cuello y después por encima de sus ojos
14:16 May 10th
Alkaid

País

Mexico

TITULO de su relato

La pesadilla - P2
El tipo hizo que Alexander se parara en el piso mientras el tipo obeso acomodaba la colchoneta. Alexander terminó acostado boca abajo, atado, amordazado y con los ojos vendados. Los tipos salieron de aquella habitación y cerraron la puerta. El chico comenzó a retorcerse y a pelear contra sus ataduras, trató de gritar por ayuda con todas sus fuerzas…

Alexander perdió la noción de cuanto tiempo había pasado en poder de esos tipos. No sabía cuando era día o de noche. Alcanzó a percibir que había una luz blanca que entraba por debajo de la puerta de aquella habitación que siempre estaba prendida, así que tal vez pensaba que estaba dentro de una bodega, en un sótano, en algún sitio abandonado o tal vez en una habitación en medio de una casa.

Aunque si notaba que había ciertos patrones que se repetían, pues comía dos veces cada cierto tiempo y que también dos veces lo dejaban hacer sus necesidades. Aunque para esto tenía una cubeta que se quedaba en la pared opuesta a la entrada de la habitación. En esa cubeta cubierta con una bolsa gruesa negra era donde el chico cagaba o hacía pis. Los tipos dejaban esa cubeta sin tapar y cambiaban la bolsa cada cierto tiempo.

También en esos días el chico tuvo tiempo para hacerse muchas preguntas. ¿Y si sus papás pensaban que había huido por miedo al regaño por la ventana rota? Seguramente el regaño iba a olvidárseles cuando supieran que había sido secuestrado y esos tipos llamaran a sus papás para exigir rescate.

¿O acaso su padre volvió a serle infiel a su madre? ¿Y si la nueva suripanta de su papá era vengativa y cuando este se negó a separarse de su familia se vengó secuestrando al chico?

¿Y si fue uno de los clientes insatisfechos del negocio de bienes raíces de su madre, que buscaban de esa manera recuperar su dinero? No, seguro fue el Sebastián, el exnovio chaka de su hermana Darinka. Hace dos semanas habían cortado y el Sebas se lo tomó a mal. Esa pelea fue tan intensa que su papá amenazó a aquel tipo y le dijo que si tocaba a su hija nadie lo iba a encontrar. Sí, fue venganza del Sebas y le pidió paro a sus amigos chakas.

Tampoco podía olvidar que tal vez alguien quería vengarse de Virginia. Su hermana mayor no le importaba ser odiada. Era la niña castrosa de la escuela que le recordaba al profe revisar la tarea que se le había olvidado pedir. Muchas preguntas que lo dejaban más y más confundido.

Alexander notaba que esos tipos se turnaban para cuidarlo, alimentarlo, dejarlo hacer sus necesidades y torturarlo. Y por eso tenía también la seguridad de que cada día que pasaba con ese tipo podía ser más terrorífico.

El chico había sido atado de formas que nunca imaginó. A veces le tapaban los ojos, pero siempre le cerraban la boca: con pedazos de tela y cinta adhesiva, o a veces sólo con cinta. En ocasiones con objetos extraños como un cinturón de cuero con una bola de plástico en medio que lo ajustaban por detrás de su cuello.

Una ocasión lo dejaron sentado en una silla bastante pesada y forme, y le pusieron un cinturón de cuero con un anillo en medio que fue insertado dentro de la boca. Los tipos forzaron a Alexander a beber varios litros de agua. El chico sintió gran desesperación por los deseos de hacer pis y al final encontró alivio mojando sus pantalones.

Lo habían abofeteado, nalgueado con una tabla de madera, le habían pellizcado los pezones, le habían arrojado agua helada según para bañarlo. Lo habían atado con las manos sujetadas a una de las vigas del techo, parado en las puntas de sus pies, y lo habían usado como costal de boxeo. Y hasta le habían tapado la nariz para jugar con su respiración.

En otra ocasión pasó un largo periodo atado y recostado en esa incómoda base de cemento. Sus brazos y piernas estirados a cuatro anillos empotrados a las cuatro esquinas de aquella cama. Con los ojos vendados, amordazado y tapones de los oídos. Alexander sintió la desesperación más grande de su vida.

Desde hace varías horas Alexander estaba en una situación completamente nueva. Aquellos tipos habían entrado y sacado muchas cuerdas de aquellos estantes. El chico fue colocado boca abajo y sus brazos sujetados como si le estuvieran haciendo una llave de lucha. Sus brazos también fueron atados con varias cuerdas pero aquellos tipos hicieron una atadura especial que también rodeó su cintura, entrepierna y muslos. Alexander sentía esas cuerdas como el cinturón que le colocaron hacía tiempo cuando fue a unas paredes de escalada con sus amigos

Cuando terminaron hicieron que el chico caminara al medio de la habitación y comenzaron a pasar las cuerdas por encima de la viga central y de apoco el chico quedó colgando de sus puntas. Los tipos comenzaron a atar los tobillos por separado y al final sus piernas quedaron semiflexionadas, como si sus talones casi tocaran los glúteos del chico y colgado de las vigas de los extremos.

Alexander tenía en la boca un objeto de plástico que le recordaba al hueso de plástico que usaba para jugar con su perro Chicote. El chico se había rendido. Había gritado con todas sus fuerzas esperando ayuda pero nadie lo escuchaba. Cada vez que trataba de luchar con sus ataduras salía lastimado y cuando oponía resistencia a aquellos el castigo y la tortura de esos tipos era peor.

Alexander creía que ya no iba a poder llorar más, pensaba que en algún momento las lágrimas se le deberían secar. Pero la realidad es que una vez más lloraba desconsoladamente mientras colgaba a poco más de un metro del piso.

Y en esa posición, atado y colgado, Alexander pensaba que era mala idea que era usar calcetines tan cortos que no sobresalían de sus tenis y combinado con pantalones cuyo dobles dejaban al descubierto el hueso de su tobillo. Esa zona de su cuerpo había sufrido con las apretadas y firmes ataduras: el largo tiempo atado con cuerdas, esposas, cadenas y cinta adhesiva ya le habían causado que la piel se le resecara, lastimara y sintiera ardor insoportable. Cada que pensaba en estirar sus pies el roce con la cuerda lo hacía gritar de dolor a través de aquella incómoda mordaza. Para su buena suerte sus manos habían estado protegidas por las mangas de su playera gris.

Pero además de dolor, Alexander tenía tiempo para sentir mucha rabia. El chico había sido formado por una madre y un par de hermanas sumamente escrupulosas en el aseo, la limpieza y el orden, y el ver su chamarra azul, la que había usado aquel día que fue atrapado por esos tipos, tirada en ese sucio piso y echa una bola de tela, le causaba mucho enojo.

También sentía mucha rabia por su aseo. En aquel cuarto se encerraba el calor, casi como un sauna. Y a pesar de que el chico no había estado realizando actividad física, aún así sudaba. Y ese olor impregnado en su playera así como el fétido aroma que venía de la cubeta donde había hecho sus necesidades en las últimas cuatro tandas o tenían más que furioso.

Y ni que decir de ver las rasgaduras que tenía su playera a la altura de sus hombros y sus costillas y las manchas de pisadas causadas por las veces que aquellos tipos habían presionado al chico contra el piso.

También estaba furioso de ver lo que le había pasado a sus tenis blancos. El chico había suplicado a sus padres que le compraran ese par que parecían como de piloto de carreras. Su padre había sido renuente a comprárselos porque eran un poco caros, sin embargo se los entregó como regalo de su cumpleaños 14.

Pero debido a las veces que fue arrastrado en ese sucio piso de cemento, sus tenis ya habían sido raspados y estaban sucios. Alexander siempre se había preocupado de que sus tenis se vieran pulcramente blancos.

El chico también se sentía furioso debido a su pantalón, también manchado por las veces que pasó recostado en el piso y las ocasiones donde fue forzado a orinarse en sus pantalones. Además también sentía enojo de sentir la saliva seca alrededor de sus labios y mejillas, su rostro sucio y las manchas de sangre causadas de los golpes de aquellos tipos y el escupitajo que el chaka le había lanzado a la frente algunas horas antes.

Alexander tenía la mirada perdida, la cabeza vencida y el ánimo destrozado. Sólo esperaba que un milagro llegara.

Pero lo único que pasó es que la puerta de aquella habitación se abrió y esos tres tipos entraron. Alexander volteó a ver a aquellos tipos y sintió más miedo que nunca. Sus secuestradores entraron sin el pasamontañas, el antifaz o las mascaras que habitualmente usaban. Ahora sus rostros estaban descubiertos.

Sus caras no eran familiares para Alexander, pero también sabía que era un mal presagio. El chico comenzó a retorcerse en sus ataduras y a gemir por ayuda una vez más. Aquellos tipos se acercaron a los pies del chico y comenzaron a desatar sus tenis.

Alexander no pudo dejar de sentir mucha rabia cuando el robusto arrojó su tenis derecho a la cubeta de sus desechos pero después empezó a sentir más miedo cuando sus cortos calcetines fueron quitados de sus pies
14:15 May 10th
Alkaid

País

Mexico

TITULO de su relato

La pesadilla - P3
El chico nunca andaba sin calcetines por más cortos que estos fueran, incluso para dormir. Los únicos lugares fuera de la ducha donde Alexander podía estar descalzo era cuando iba a la playa, que pasaba cada año en el verano y las veces que llegaba a su clase de natación.

Alexander se sentía incómodo, era la primera vez que estaba completamente descalzo desde que aquellos sujetos lo secuestraron y sentirse así de vulnerable lo hacía sentir más terror del que había vivido en aquellos días.

Cada uno de los sujetos se quitó el cinturón y comenzó a azotar las plantas del los pies del chico. Alexander gritaba del dolor, se retorcía en sus ataduras que con lo apretadas le causaban más dolor. Lloraba de manera desconsolada, suplicaba piedad. Su castigo duró varios minutos hasta que al final sentía en las plantas de sus pies un calor punzante. Los pies del chico estaban completamente adoloridos.
Los tipos se dirigieron a los tobillos del chico y comenzaron a desatar las cuerdas que lo mantenían suspendido de las vigas; al final los pies del chico quedaron algunos centímetros por encima del piso.

Los tipos fueron a las cuerdas que ataban el pecho y la cintura de Alexander a las vigas y comenzaron a aflojarlas y al final las soltaron de manera que el chico azotó con el piso. La fuerza del impactó recayó en su abdomen y su mandíbula.

Alexander sintió como si se hubiera llevado un balonazo en el estómago que le sacó el aire. Mientras yacía en el piso boca abajo los tipos terminaron de desatar sus tobillos que levemente colgaban de las vigas del techo.

Alexander terminó siendo levantado de los cabellos por el tipo obeso y chaka y quedó levantado sobre sus rodillas. El tipo robusto se acercó frente a Alexander y se puso de cuclillas y de pronto metió el primer puñetazo en el estómago de su rehen.

Alexander gritó de dolor y apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando llegó el segundo golpe. Alexander sintió agonía cuando llegó el tercero. Pero este fue diferente, el chico empezó a sentir algo extraño, una especie de calor empezó a invadir su cuerpo.

El chico, que había mantenido los ojos cerrados desde el primer golpe, los abrió y bajó su mirada a donde aún se encontraba el puño de aquel hombre. Pero estaba horrorizado, no era el puño del sujeto el que aún seguía en el vientre del chico, sino un largo cuchillo.

Alexander vio como la sangre empezaba a brotar de su estómago y la mano de ese tipo se comenzaba a manchar de rojo. El chico empezó a suplicar ayuda y piedad pero pasó todo lo contrario. El tipo sacó el cuchillo del estómago de Alexander y volvió a apuñalar a su rehén y el chico lanzó un espeluznante grito de terror…

Alexander se había sentado sobre la cama, sudaba como si tuviera fiebre, su respiración estaba más que agitada, lloraba sin parar y tenía mucho miedo.

El chico empezó a ver a su alrededor, estaba en su cuarto, en la seguridad de su casa. Poco a poco empezaba a entender la realidad, una vez más esa horrenda pesadilla lo había despertado.

En cuestión de minutos la puerta de su habitación se abrió, era su padre.

¿Estás bien hijo? El chico afirmaba con la cabeza aunque apenas estaba recuperando el aliento.

¿Quieres contar qué pasó? El chico no sabía que contestar, solamente decía que fue algo fuerte y que lo había asustado demasiado. La familia de Alexander sabía que el chico había tenido problemas para dormir.

El padre de Alexander abrazó a su hijo y el chico volvió a sentir esa calidez y esa seguridad como cuando era un niño de cinco años en los brazos de su padre.

El papá salió de la habitación pero dejó la luz prendida, lo hizo para que su hijo se terminara de tranquilizar y se preparara para volver a dormir.

Alexander tomó su teléfono, vio que eran las 4:30 de la mañana. En cuanto volvió a quedarse solo en su habitación el chico se destapó de las sábanas y miró atentamente sus pies. Se quitó los calcetines y tocó sus plantas. Estaban tibias, como debían de estar y con un color rosado normal y natural.

Alexander tenía miedo de volver a dormir y volver a soñar con el mismo sueño. Y es que aunque había sido una pesadilla recurrente en las últimas tres semanas esta vez fue la primera que el chico se despertó completamente asustado y aterrorizado.

Alexander prendió la televisión y su X-box para ver algunos videos curiosos en youtube. Después de casi una hora el chico volvió a conciliar el sueño.

Era casi medio día cuando Alexander volvió a despertar, en su tiempo de sueño no volvió a encontrarse con aquella pesadilla donde terminaba secuestrado y apuñalado por un par de extraños.

Era el último viernes de sus vacaciones de semana santa y su sorpresa fue grande al saber que estaba solo en casa. Un mensaje de su mamá le decía que sus padres llegarían tarde y que sus hermanas se irían de fiesta por lo que iban a tener la casa sola hasta la noche.

El chico decidió tomar un baño y mientras el agua caía en su cuerpo pensaba en lo extraño de la situación. Pensaba que la mejor manera de enfrentar eso era invitar a Félix a su casa a pasar el tiempo viendo alguna serie o jugando videojuegos.

Alexander se estaba peinando frente al espejo cuando de pronto algo lo hizo sentir un escalofrío: sin pensarlo y casi casi de manera subconsciente se había puesto la misma ropa que en su pesadilla: los mismos jeans, la misma playera gris de manga larga, los mismos tenis, los mismos calcetines negros y la misma chamarra azul.

De inmediato Alexander cambió algunos aspectos de su vestuario: se puso una playera polo roja y dejó esa chamarra azul en su armario.

Félix le dijo a Alexander que llegaría a su casa cerca de las 3 de la tarde, así que el chico decidió aprovechar para sacar a pasear a Chicote y en el camino pasar a la tienda a comprar una bolsa de papitas y un refresco.

En cuanto regresó a su casa, Alexander soltó a Chicote para que el perro corriera en el patio y fuera a su sitio habitual donde tenía su depósito de agua. Alexander abrió la puerta de acceso y dio un paso al interior de la casa. De pronto se frenó de golpe, notó que la ventana de la estancia estaba rota. La misma ventana de su sueño.

Alexander comenzó a dar pasos hacia atrás en dirección a la puerta de la casa, empezó a silbar de la manera en la que llamaba a Chicote. El chico tomó su teléfono y empezó a llamar a Félix.

Abrió la puerta de ingreso a la casa y de pronto…
21:46 May 3rd
Amador

TITULO de su relato

Excelente historia henry
Gracias por la historia, esperamos mas relatos!
11:16 Apr 28th
Henry

País

Honduras

TITULO de su relato

De un secuestrador a otro
El camino que cruzó Felipe para llegar hasta la casa del secuestrador no era desconocido para él, pues muchas veces había transitado por ahí con sus vacas y había llegado a ver la vieja cabaña que se asomaba a través de los arbustos y los árboles.

A medio camino Felipe estuvo a punto de abandonar la idea de quedarse con el niño, pero de pronto en su mente se dibujó la imagen del chico atado y amordazado, con su mirada desesperada, y le gustó lo que vió. Con sus botas cubiertas de lodo y el agua deslizándose sobre su abrigo impermeable, entró a la lúgubre cabaña. La puerta principal estaba abierta y las luces encendidas. Echó un vistazo a la cocina y observó una taza y un plato con un sándwich mordido. La televisión aún estaba encendida. Se dirigió en busca del sótano y no tardó mucho en encontrarlo, esa puerta también estaba abierta. Bajó las escaleras rápidamente y ahí estaba el cadáver del secuestrador, sin duda estaba muerto. Un sujeto robusto y calvo, la apariencia que uno esperaría de un pervertido.

Además de los típicos objetos que puedes encontrar en un sótano, había una cama de metal dónde aún había cuerdas atadas en el cabezal. Había trozos de cinta adhesiva esparcidos por el sucio suelo y la mochila del Tadeo. La atención de Felipe se centró en unos estantes, dónde encontró rollos de cuerdas nuevos, gruesos rollos de cinta adhesiva plateada, negra y blanca. Ahí estaba también la bola de goma roja que había mencionado Tadeo, cuatro pares de esposas y varios pañuelos. Felipe tomó todas esas cosas y tras vaciar la mochila del niño, las introdujo ahí. Se colgó la mochila a la espalda y se dirigió a la habitación del secuestrador. Tadeo había mencionado fotos y videos.

La habitación del hombre era un desastre, había basura por todos lados, pero lo mejor para Felipe fueron las decenas de fotografías que estaban sobre una mesa grande. Tras un vistazo rápido, comprobó que era cierto lo que el niño había dicho, pues habían muchas fotografía que lo mostraban atado y amordazado con su uniforme escolar, en otras el chico vestía un uniforme de fútbol blanco y rojo y tenía la boca tapada con la bola de goma, además estaba atado en una posición muy estricta, sus manos casi tocando sus talones.

"Me llevaré la evidencia" murmuró Felipe e introdujo las fotografías dentro de la mochila, también fue al closet del secuestrador y encontró la ropa que Tadeo había usado en sus sesiones de bondage. Felipe sabía que el chico necesitaría más ropa, no precisamente porque le hiciera falta una ducha.

Salió a toda prisa bajo la lluvia y llegó a casa totalmente empapado. Abrió la puerta de la bodega y entonces Tadeo cayó justo a sus pies. El niño no había podido soltar ni un solo nudo y el pañuelo en su boca aún estaba fuertemente atado.

""¿Así que tratando de derribar la puerta?"

"¡Mmmffgmmfgguu!!!"

"Ven aquí " dijo Felipe y con suma facilidad llevó de regreso al chico al interior de la bodega.

Cerró la puerta y arrastró una silla sin brazos, luego agarró a Tadeo y bruscamente lo sentó en la silla, a pesar de que el niño había intentado resistirse con todas sus fuerzas. Rápidamente Felipe abrió la mochila y tomó un rollo de cinta adhesiva de cuatro pulgadas. El rugido de la cinta adhesiva quedó atrapado en aquellas cuatro paredes mientras el chico mayor ataba al menor enrollando centímetros tras centímetros de aquella monstruosa cinta pegajosa. Al final, Tadeo quedó atrapado en una especie de crisálida plateada, luchando en vano. El niño tenía el rostro cubierto de polvo y lágrimas y bajo la luz amarilla de aquella bombilla vieja, Felipe pudo ver la cara de tristeza y desesperación de un pobre chico secuestrado. Nuevamente pensó en liberarlo y dejarlo ir a casa con sus padres, sin embargo, un número infinito de posibilidades se abrían ante él, por lo que descartó de inmediato aquella idea.

Sacando el fajo de fotografías de la mochila, Felipe arrastró otra silla y se sentó junto a Tadeo, quién no paraba de forcejear y gruñir bajo su mordaza.

"Sospecho que este sujeto te había estado observando desde hace mucho tiempo" murmuró Felipe y le mostró a Tadeo un par de fotografías tomadas a una distancia considerable, dónde el chico aparecía saliendo de su escuela o jugando con sus compañeros algún juego tonto.

Tadeo contempló aquellas fotografías con horror. Después de que Felipe le mostrara las fotos donde aparecía atado y amordazado, Tadeo se sintió humillado y entonces comenzó a llorar de nuevo.

"Shhhh, tranquilo, niño. Voy a quitar esa mordaza de tu boca para que hablemos y lleguemos a un acuerdo, ¿Está bien?"

Tadeo asintió y Felipe desató el pañuelo húmedo.

"¡Ayudmmmff¡"

Felipe le tapó la boca de Tadeo con su mano y en su mirada se había encendido la ira.

"Escúchame, necesito que cooperes conmigo y te dejaré ir. Yo no soy como ese sujeto, no tengo intenciones de mantenerte encerrado como un rehén. Confía en mí.

Tadeo asintió nuevamente y Felipe quitó su mano lentamente.

"Entonces porque no me dejas ir ahora" dijo Tadeo con su voz todavía aguda.

"Entiendo que extrañas a tus padres, yo también extraño a los míos y me siento muy solo aquí. Mi abuela prácticamente está demente y a veces ni me reconoce. ¿Entiendes lo terrible que es vivir aquí sin compañía? Quiero que seas mi compañía "

"Entonces desatame, no necesitas tenerme atado, es doloroso e incómodo. Por favor, tengo hambre y sed y necesito ir al baño" suplicó Tadeo.

Felipe lo meditó un rato y entonces tomó unas tijeras y cortó la cinta que ataba al chico a la silla. Luego desató las cuerdas que sujetaban sus extremidades. Tadeo se puso de pie y se estiró un poco. El chico estaba bastante delgado y tenía el cabello sucio y despeinado, sin mencionar el desagradable olor que emanaba su ropa y su cuerpo.

"Escúchame, te dejaré ir al baño para que hagas lo que tengas que hacer y te des una ducha. Tengo algo de ropa en tu mochila. No juegues conmigo, te lo advierto" dijo Felipe y tomó un par de esposas y esposó las manos del niño. Después lo condujo a un baño bastante humilde y cerró la puerta desde afuera después de entregarle una toalla limpia, champú y jabón.

Felipe esperó a Tadeo durante más de veinte minutos con la espalda apoyada en la puerta. Al poco rato el chico salió con el cabello mojado y la toalla atada a la cintura. Felipe le entregó una camiseta azul, unos shorts estilo cargo y calcetines negros.

"Por favor, no es necesario que hagas esto" dijo Tadeo mientras yacía boca abajo sobre un viejo colchón, con las manos esposadas detrás de su espalda.

"Lo siento, es por precaución " dijo Felipe y tomó el rollo de cinta adhesiva y empezó a atar los tobillos del chico, las rodillas y los muslos. A continuación tomó la ballgag y se la mostró a Tadeo.

"No, por favor, eso no." suplicó el chico.

"Yo digo que sí." Murmuró Felipe y forzó la bola de goma entre los dientes del niño y abrochó la correa de cuero detrás de su nuca.

Observó al chico y se dió cuenta que era un muchacho bastante atractivo, aún más en su estado de vulnerabilidad.

"Iré a preparar la cena. Volveré pronto."

"¡Mmmffguhhffm!"

Felipe cerró la puerta con llave y observó las fotos. Las posiciones en las que el chico estaba atado le dieron muchas ideas sobre cómo divertirse con él.
15:28 Apr 26th
Henry

País

Honduras

TITULO de su relato

De un secuestrador a otro
Felipe se llamaba el chico de 16 años. Era alto, delgado, cabello rubio y ojos café claro. Tenía la piel curtida por el sol debido a su trabajo como granjero, además había desarrollado algo de musculatura, producto de las tareas arduas y pesadas que realizaba día a día. El muchacho no tenía padres, ambos fallecieron cuándo él era más joven, quedando a cargo únicamente de su abuela, que actualmente se había convertido más en una carga para el chico que otra cosa.

Felipe era sumamente reservado, no tenía amigos y pocas personas lo conocían, salvo el carnicero del pueblo y un hombre calvo y gordo que compraba la leche de sus vacas. Para muchos, el chico podría aparentar ser alguien raro y rudo, sin embargo, solamente era alguien solitario que peleaba en secreto sus duelos internos. Felipe y su abuela vivían en una granja pequeña, muy alejada del resto de la civilización, un lugar rodeado de vegetación y animales salvajes.

Fue un día bastante tranquilo, el sol no era visible debido a unas nubes negras que presagiaban lluvia. Felipe se encontraba terminando de alimentar a los animales del establo. Al salir al exterior, notó que entre la hierba alta una figura se movía torpemente. Felipe saltó la cerca de madera y se dirigió hacia allí. Era un chico el que corría hacia él. Al estar demasiado cerca el chico se tropezó con una roca y cayó al suelo, Felipe se acercó a él y pudo comprobar que el muchacho tenía las manos cruelmente atadas a la espalda con cuerdas rojas, lo cual explicaba su forma de correr. Además quién lo haya atado también se aseguró de que el muchacho no pudiera gritar por ayuda, pues habían centímetros de cinta adhesiva plateada enrollada alrededor de su cabeza. El extraño chico atado y amordazado iba vestido con pantalones grises de escuela entubados y zapatos negros machados de lodo, y una sudadera azul con capucha.

"!Mmmfghujmmmff!!!" Gimió desesperado el chico. Tenía el cabello castaño y la piel blanca.

Felipe entró en pánico, no sabía exactamente qué hacer y la lluvia estaba a punto de caer.

"Descuida, te voy a soltar"

"¡Mmmppffghhhmm" gruñó el chico más joven, parecía tener al menos doce o trece años.

Pero Felipe no hizo amago de liberarlo de las cuerdas que sujetaban su cuerpo, ni siquiera le quitó la mordaza, en lugar de eso, lo cargó en sus hombros con mucha facilidad y se lo llevó a su casa. Aquel niño era muy ligero, como si no hubiera comido decentemente en muchos días, como si alguien lo hubiera retenido en contra de su voluntad en algún lugar.

Ya en casa, Felipe llevó al chico a una habitación ubicada al fondo de la vivienda, que era utilizada como bodega, depositó al chico en el suelo y encendió una vieja bombilla que alumbró un poco la vieja estancia. El chico atado trató de colocarse de pie pero Felipe no se lo permitió y se acercó a él. Comenzó a despegar lentamente aquella cinta pegajosa de la cara del niño. Al salir la última capa, el chico atado hizo una mueca de dolor y escupió un trozo de tela gris empapado de saliva.

"Gracias, ahora por favor desátame y déjame ir por favor" jadeó el chico.

"Antes me vas a decir quién eres y qué fue lo que te pasó " dijo lentamente Felipe.

"Te lo diré cuando me desates las manos, por favor " suplicó.

"Hazlo ahora" ordenó Felipe, utilizando un tono de voz frío y autoritario.

El niño de rostro ovalado y demacrado bajó la cabeza y suspiró. Estaba claro que no iba a ser liberado tan fácilmente y quién pensó que era su salvador, era probablemente otro enfermo como el sujeto que lo secuestró dos semanas atrás.

"Bueno. Me llamo Tadeo, tengo doce años. No sé muy bien cómo pasó, pero cuando venía de la escuela y me dirigía a mi casa, un hombre extraño me agarró y me metió a la fuerza dentro de su carro. Ahí me amarró las manos y me tapó la boca con esa horrible cinta adhesiva, también me ató los pies y me cubrió los ojos con un trozo de tela. Me tenía encerrado y amarrado en un sótano. No tengo idea de cuánto tiempo ha pasado, el sótano era oscuro.

"¿Cómo llegaste aquí?" Preguntó Felipe.

"El hombre creo que está muerto. Él estaba a punto de atarme los tobillos cuando se desmayó. Creo que le dió un infarto porque apretaba su pecho con una mano. Él no cerró la puerta así que escapé corriendo y entonces vi tu granja. Por ayúdame."

"¿Qué hacía contigo ese hombre?"

"¿Eso que importa?, déjame ir por favor." Dijo Tadeo estando a punto de llorar.

"Responde a mi pregunta"

"Ese tipo estaba enfermo, me ataba de diferentes formas y me tomaba fotos y videos. A veces metía una bola de goma en mi boca y la ataba detrás de mi nuca, eso era muy incómodo y doloroso. Me obligaba a ponerme diferentes tipos de ropa, como uniformes de fútbol, ropa elegante y a veces en ropa interior"

"¿Y dices que el lugar donde te tenía secuestrado está cerca?" Preguntó Felipe.

"Creo que sí, no sé. Por favor déjame ir"

"Te dejaré ir, pero primero debo hacer algo" dijo Felipe y tras buscar entre cajas y estantes, encontró un largo trozo de tela y un trozo de cuerda gruesa.

"Oye, ¿Qué haces? Suéltame" protestó Tadeo cuando Felipe comenzó a atarle los tobillos con fuerza. El adolescente sabía hacer nudos efectivos debido a su experiencia en la granja.

"No, por favor, déjame mmmmdfmf" Felipe ató el trozo de tela en la boca del chico y tras cerrar la puerta, fue en busca de la casa del secuestrador.

"Probablemente ahí hayan más cosas para atar a este niño" pensó Felipe, mientras se colocaba un abrigo impermeable amarillo, pues ya había empezado a llover.
18:31 Apr 12th
Amador Atado

País

Colombia

TITULO de su relato

Una Mujer Me S3cuestro
Oigan fui Atado por una Mujer!!!
Respondido el: 22:32 Apr 28th

Hola Amador!!!

dale, cuentanos tu historia

Alkaid

11:00 Apr 11th
Henry

País

Honduras

TITULO de su relato

Alberto tiene un secreto
Cumplir doce años es estar a un paso de la adolescencia, etapa en la que surgen muchísimos cambios. Aunque en mi caso no acreditaría lo que va a suceder a la adolescencia.

Vengo de una familia de clase media baja, más baja que media a veces, pero ahí vamos. Por suerte soy hijo único. Tengo un amigo de mi edad llamado Alberto, quién vendría a suplir ese vacío de hermano que nunca tuve. Él, a diferencia mía, es el rico de los dos. Sus padres están en una mejor posición económica que los míos; su padre abogado y su madre médico, el tipo es millonario. Tanta era su fortuna que de vez en cuando sus padres le permitían ciertos lujos, como por ejemplo, lo que desataría el conflicto de esta historia. Antes de iniciar el séptimo grado, los padres de Alberto lo mandaron a un campamento de verano para chicos en Maine, Estados Unidos, de dónde es originaria su madre, de ahí que el chico haya heredado el cabello rubio y los ojos claros de ella. El punto es que, al regresar noté un sutil cambio en mi amigo, para mí fue sutil debido a que soy muy distraído.

Antes del bendito campamento, Alberto y yo teníamos una rutina bien establecida, jugar FIFA o fortnite durante las tardes, en dónde me burlaba de él hasta el cansancio por ser tan malo jugando. A él se le daba bien la literatura y tocar el piano y la guitarra. Yo por mi lado era un rebelde deportista y hasta un poco bully. De todos modos retomamos la rutina justo cuando él regresó, en dónde además de verse más bronceado, se le notaba algo ansioso, incluso pude notar que casi siempre usaba sudaderas aún con treinta grados de temperatura y solía marcharse antes.

“Bueno, ganaste. Ya me tengo que ir” dijo Alberto, suspirando y dejando el control a un lado de la cama.

“¿Qué? Pero si son las tres, viniste hace una hora” protesté.

“Tengo mucho que hacer en casa, la próxima empiezan las clases. Además mi mamá no me dio permiso hasta tarde” Alberto se puso de pie e hizo énfasis en cubrir sus muñecas con las mangas de su sudadera verde.

“Eres un maldito mentiroso, cuatro ojos. ¿ A dónde vas realmente?”

“Oye, ya te estás pasando con tus apodos, son ofensivos. Deja de decirme así” dijo, y supe que se había enojado de verdad cuando su rostro pecoso se volvió colorado.

“No te vas a poner a llorar como una niñita, sabes que así bromeamos” dije.

“Adios” me contestó y se fue.

Me quedé pensativo un rato, pero luego le quité importancia al asunto y continúe jugando. Otra bandera roja que noté en el comportamiento de Alberto fue cuando ya habían iniciado las clases y descubrí algo sospechoso cuando nos estábamos poniendo el uniforme de educación física en los vestuarios, el cuál constaba de shorts de poliéster negros y camiseta azul. Al verlo sin la camisa de manga larga del uniforme escolar, observé unas extrañas marcas rojas alrededor de sus muñecas.

“¿Qué es esto?” le pregunté mientras tomaba su muñeca y la inspeccionaba a la luz de la habitación. Su bronceado había desaparecido por lo que su piel pálida no dejaba nada a la imaginación.

“Nada” dijo y retiró rápidamente su mano. Su cara cambió de color y una expresión de angustia apareció. Se colocó apresuradamente la camiseta y unos guantes sin dedos.

“Oye, ¿Por qué tienes esas marcas ahí?” traté de preguntarle pero salió corriendo hacia la cancha junto con los otros alumnos.

Aquello ya me estaba dando miedo. Alberto podía ser alguien reservado e introvertido con los demás, pero no conmigo. Literalmente nos conocíamos desde el jardín de niños y nos teníamos plena confianza, o al menos eso creía yo.

A la hora de la salida omití el tema de las marcas en sus muñecas y le pregunté si él iría a mi casa a echarnos un partido de FIFA.

“No puedo hoy, tengo que salir con mi papá a hacer unas compras” dijo y se despidió de mi tan rápido como pudo y subió al auto de su mamá.

Esa misma tarde intenté llamarlo a su celular pero nunca me contestó. Yo estaba seguro de que aquello solo era un excusa para alejarse de mi. Probablemente estaba harto de mis malos tratos hacia él. Quizá debí darle el respeto que se merecía. Dispuesto a pedirle disculpas por mi comportamiento, fui hasta su casa y para mí mala suerte quien me recibió fue la hermana mayor y fastidiosa de Alberto.

“Ah, Pelos parados, ¿Qué haces aquí?” dijo con una sonrisa burlona.

“Tengo algo más ahí abajo que puede pararse, no sé si te interesa”

“Qué asco” contestó ella y trató de cerrarme la puerta en la cara pero lo impedí.

“¿Dónde está Alberto”

“Yo que sé. Él salió. Dijo que iba a casa de un amigo, pensé que eras tú, ya que eres su único amigo”

La chica cerró la puerta y me quedé de pie con la ira hirviendo en la sangre. El pendejo cuatro ojos era un mentiroso compulsivo. ¿Quién era ese supuesto nuevo amigo? Lo descubrí un par de días después, cuando lo vi platicando alegremente con un chico llamado Koji, o como le decían todos, El Chino, aunque en realidad sus padres eran de Japón. No quise confrontar a Alberto, obviamente él quería alejarse de mi a toda costa. Sin embargo entendí sus razones, o más o menos, cuando accidentalmente dejó su celular en los vestuarios en una clase d educación física. Le llegó una notificación. Me sabía la contraseña del celular así que abrí la notificación y era un mensaje del tal Koji, dónde le decía que esa misma tarde a la misma hora habría reunión del Club de Nudos. También había una fotografía adjunta que mostraba a Alberto sentado sobre un sillón, con lo que parecían ser cuerdas anudadas alrededor de su cuerpo, que estrujaban sus brazos a su torso. También tenía los tobillos y las rodillas atadas, por suerte llevaba puesto calcetas blancas. Y en la boca un dos tiras de cinta adhesiva plateada. Mi expresión de sorpresa fue inevitable, mi corazón latía muy rápido. ¿Por qué Alberto estaba atado y con la boca tapada con cinta adhesiva? ¿Qué clase de extraño juego era ese? Era un juego desde luego. Pero claro, debí darme cuenta antes. Alberto siempre había demostrado tener cierto interés en ese tipo de situaciones, como cuando teníamos seis años, él solía atar a sus figuras de acción. O cuando me pedía que jugáramos a Policías y ladrones y él siempre quería ser el prisionero, esposado con sus esposas de juguete. O más recientemente, cuando teníamos nueve años, al encontrar un rollo de cinta adhesiva plateada y se le ocurrió la idea de taparnos la boca. En aquel momento me arrepentí de haberle seguido el juego, pues aquella maldita cinta era demasiado pegajosa y dolió quitarla.

En fin, que no quería hacerle pasar un mal rato a mi amigo, así que no le mencioné que yo había descubierto su sucio secreto. Pero me sentía dolido que me lo haya ocultado, aunque creo que tenía motivos para hacerlo. Lo más probable es que yo me burlase de él. Esa tarde y tras pensarlo mucho pensé en un plan para que Alberto confesara su secreto. Fui hasta el garaje de mi papá y encontré justo lo que necesitaba, un grueso rollo de cinta adhesiva plateada y varios metros de cuerda. Llamé a Alberto y le dije que quería verlo, que era una emergencia. Él aceptó a regaña dientes y diez minutos más tarde llegó. Iba vestido con una sudadera negra, pantalones cortos deportivos y tenis blancos.

“Cierra la puerta ” le dije. Yo tenía mis manos ocultas detrás de mi espalda para que no viera las cuerdas y el rollo de cinta adhesiva.

“¿Qué pasa, Tobías?” preguntó, él estaba nervioso.

“Me preguntaba si te apetece jugar a ladrones y policías conmigo, como cuando éramos pequeños, ¿Te acuerdas? ¿O solamente juegas con El Chino?” Dije, saboreando su expresión de horror al ver que su secreto había sido descubierto.

“Yo… No… ¿Cómo… Cómo…?” balbuceó Alberto.

“¿Que cómo lo sé? Pues debes estar más pendiente de tu celular para que no lo dejes olvidado en cualquier lugar.
18:57 Apr 8th
Diana

País

Chile

TITULO de su relato

Escriban Historias!
Suban historias porfaaa!!! =)
Me encanta esto.
19:32 Apr 4th
Fer

País

Mexico

TITULO de su relato

Hola
De veras ¿donde sigue esa historia, y ese autor, donde anda?
00:45 Apr 1st
Incognita

País

Enigma
Recuerdan sala goichi... Aún continua solo que ya el autor no la sube a este foro.
19:56 Mar 30th
Fer

País

Mexico

TITULO de su relato

Hola de nuevo
Hola! Ya alguien...escriba algo 😊 creo posteare algo ya viejito. Saludos a todos!
18:37 Mar 10th
Fer

País

Mexico

TITULO de su relato

¡Hola chicos!
¡Hola a todos! Estoy encantado con el relato de Henry, espero siga la historia. Y si, no se ve accion por aqui. Espero postear algo pronto. Que pasen buen fin de semana.
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